El
desarrollo de proyectos extractores de recursos no renovables actualmente
presenta nuevos retos, estando entre los más importantes el manejo social y el
ambiental. Por ello es indispensable una nueva relación Estado-comunidad-empres,
donde cada uno debe aportar algo: las comunidades deben aprender a creer en el
Estado y en las empresas; el Estado, a
no poner trabas y permitir hacer planes de desarrollo, ingeniería para la
factibilidad de los proyectos, programas de inclusión pro-ductiva y monitoreo
ambiental continuo utilizando una parte de los recursos del canos; los
empresarios, a sentirse socios con las comunidades, cambiar actitudes
arrogantes y facilitar herramientas y recursos que ayuden a vencer la pobreza.
Para
que la población vuelva a creer se deberán dar muestras claras. Primero deberá
existir una sola entidad responsable del medio ambiente con todos los recursos
de información y económicos para hacer monitoreo independiente continuo de los
recursos hídricos, aire, suelos, etc.; segundo, se deberán conocer los planes
con respecto a su territorio, tener claro en el tiempo los beneficios que
obtendrán en caso de hacerse realidad los proyectos y cómo ellos pueden ser el
motor para salir de la pobreza.
Una
vez conocidas las ventajas tangibles de los mismos y las comunidades entiendan
y aprueben estos planes, el Gobierno deberá garantizar y asegurar la marcha de
ellos, flexibilizando el uso del canon y nombrando funcionarios en cada
localidad que prevengan cuando algunos de los planes no se ejecuten
correctamente.
Las empresas deben entender que sus representantes deben tener contacto continuo con las comunidades, apoyar aclarando algún tema referente al desarrollo social y ambiental en las poblaciones, reformular planes e ingeniería para los proyectos de infraestructura y productivos, así como presentar la información mensual de los impactos y su remediación. Logrado esto, los proyectos extractores de recursos naturales no renovables se convertirán en el motor que cambien la economía nacional asegurándonos la inversión de US$50 mil millones de los próximos años, los mismos que deberán servir para ampliar la frontera agrícola por lo menos 8 millones de hectáreas, reforestación y forestación en áreas de concesiones mineras y petroleras no exploradas ni explotadas en 9 millones de hectáreas, y en el desarrollo de infraestructura y programas de inclusión productiva en las regiones más pobres del país.
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